Proyecto de investigación


Introducción
Para captar la problemática de investigación aquí propuesta debe partirse de aceptar que la masculinidad es una formación social, sensible a las condiciones y cambios que se operan en el contexto social en que se realiza; de hecho en muchos estudios críticos sobre androcentrismo se plantea que la masculinidad es la estructura comportamental y relacional a partir de la cual se produce y reproduce un orden social determinado; de esto se deriva que cualquier cambio en un orden social específico, impactará en la masculinidad.
Sin embargo los ajustes en el contexto guatemalteco no se están traduciendo en un cambio en las expectativas de los hombres, en el sentido de dejar de guiarse por el modelo regulador y dominante de la masculinidad; en otras palabras, a pesar de que las posibilidades de ser padre, proveedor, pareja, profesional exitoso y heterosexual han variado sustantivamente, los hombres siguen depositando su masculinidad en la realización de dichas disposiciones, aun cuando hayan modificado sus representaciones y discursos sobre las mismas.
Planteamiento del problema
A finales de los años noventa finaliza lo que Edelberto Torres Rivas en su libro “La piel de Centroamérica: una visión epidérmica de setenta y cinco años de su historia” (2007), le llama “pacificación regional” y comienza un largo período de democratización de los regímenes políticos. En Guatemala las luchas del movimiento social se diversifican y amplían, más allá de las impetraciones de clase y se suman demandas étnicas y de género, por ejemplo. En la medida en que la democracia comienza a ser una discusión social y la amenaza de la represión vedada disminuye, los temas más fuertemente reprimidos o que han permanecido supeditados parecen tocar la superficie pública. Entre otras, ésta podría ser la causa del florecimiento de las luchas públicas de la diversidad sexual y los movimientos en Guatemala, sin embargo, se sabe que en este país estos movimientos no han alcanzado el nivel de desarrollo de otras latitudes.
En términos teóricos y prácticos, estas variaciones sociopolíticas impactaron en la definición y vivencia de la masculinidad, pues la llegada del enfoque de género se conjugó con las movilizaciones sociales ya existentes en la definición de nuevos lenguajes para nombrar las condiciones concretas de las mujeres, en  sociedades diseñadas por y para hombres. En la medida que este enfoque denuncia la posición desventajosa de la mujer en las relaciones públicas y privadas, en busca de producir nuevas formas de relación en equidad e igualdad entre hombres y mujeres, cuestiona el modelo de hombre que sustenta las relaciones tradicionales y da vida a toda una revisión sobre este modelo.
Otra movilización sociopolítica que si bien en términos estrictos no se originó en esta misma coyuntura, si tuvo sus primeras manifestaciones públicas en ella, fue la lucha de la diversidad sexual. El eje alrededor del cual parecen girar las luchas de este movimiento, remite a una ampliación de la comprensión de la masculinidad como única, monolítica y heterosexual. Estas otras expresiones de masculinidad no se contraponen al rol y posición del hombre con respecto a la mujer, como es el caso de la masculinidad discutida por el enfoque de género; su desconstrucción fundamental ocurre en el campo de la sexualidad masculina y más específicamente en el deseo sexual. Por su naturaleza específica se revelan frente a la dominación heterosexual y proponen modos alternativos de vivencia sexual; por otro lado ponen en cuestión la implicación epistemológica que tiene el concepto hombre.
La coyuntura sociopolítica de la cual se viene hablando, también fue testiga de la llegada tardía de los cambios económicos internacionales del neoliberalismo. Y fue tardía porque dichos cambios venían ocurriendo muchos años antes en el mundo, sin embargo, Guatemala estaba sumida en lo que se ha dado por llamar “la década perdida”, lo cual le impedía participar en la vertiginosa economía mundial, aunque fuera en condiciones desfavorables. Para el caso de la masculinidad los cambios económicos produjeron situaciones críticas de subempleo y desempleo, afectando la realización de las funciones tradicionales de proveedor, esposo y padre. Estas situaciones, en conjunto con otros elementos de la masculinidad tradicional, entraron en una fase crítica, produciendo lo que algunos han nombrado como la crisis de la masculinidad (Gomensoro, Lutz, Güida, & Corsino, 1998); y en efecto, puede tratarse de una crisis sobre todo para la masculinidad dominante, en cuyo caso muchas de las funciones principales se vieron afectadas y desplazadas por el protagonismo de la mujer en el campo laboral, ejercicio profesional y jefatura de hogar.
Cuando aquí se habla de masculinidad dominante o tradicional, se está haciendo referencia a un conjunto de patrones que se constituyen en pautas a partir de las cuales se define el ser hombre. En un sentido muy concreto, el dominio puede concebirse como la ventaja del pequeño número o dominio de personas sobre personas basados en algún medio de coacción; sin embargo, aquí se entiende más bien como el conjunto de convenciones sociales que prevalecen, ya fuera porque estadísticamente se adoptan más o porque son reconocidas dentro del ethos social, aunque está claro que dichas adopciones sociales son el producto de formas de dominación interiorizadas y legitimadas por la vía de roles socialmente promovidos.
Hoy en día hay una fuerte tendencia a discutir que los lentos cambios de representación de la masculinidad dominante se estén traduciendo en quiebres generacionales que estén haciendo posible una convivencia igualitaria entre hombres y mujeres (Montesinos R. , 2005); es decir, que se están superando los cánones machistas que tradicionalmente han definido a la masculinidad y en su lugar están surgiendo “nuevos hombres”, sobre todo por el influjo de de una serie de condiciones como urbanidad creciente, los adelantos culturales y de conocimiento, las luchas sociales, etc.; si esto es así, podrían seleccionarse sujetos cuyas condiciones se acerquen a las descritas y verificar dicha transformación. De esa cuenta se pretende centrar este estudio en estudiantes universitarios, pues ellos podrían contener un buen número de condiciones deseadas para analizar los cambios ocurridos: a) por su situación de habitantes urbanos recibirán primero el impacto de los cambios en el orden social; b) generalmente se vincula la escolaridad con el grado flexibilidad o apertura que se tiene ante los cambios en temas como la masculinidad; c) forman parte de un grupo socioeconómico privilegiado en el país que accede a las ventajas culturales y tecnológicas en el orden estructural; estas tres condiciones serian suficientes para demostrar si hay efectivamente un cambio en el modelo de ser hombre, sin embargo se presiente que aún persisten las disposiciones tradicionales, muy a pesar de las modulaciones discursivas y de representación de la masculinidad; en el lugar del esperado cambio sustancial, están operando una serie de ajustes en la masculinidad como microsistema de poder; en palabras de Margarita Pisano “se está transformando tan solo para perfeccionarse” (Pisano, 2004). Si se puede verificar está hipótesis en el grupo seleccionado, es muy probable que pueda demostrarse para el resto de la población.
De manera concreta entonces, en este estudio se buscará responder a las siguientes preguntas de investigación: a) ¿En cuánto se corresponde el imaginario de masculinidad de estudiantes universitarios con el modelo de las disposiciones dominantes: padre, pareja, proveedor, trabajador exitoso y heterosexual?; b) ¿Qué situaciones sociales afectan la realización de las disposiciones de la masculinidad dominante?; y c) ¿Cómo se sostiene y articula la masculinidad dominante para subsistir las condiciones críticas que dificultan su realización?
Objetivos

Objetivo General.
Analizar el modelo dominante de la masculinidad en estudiantes de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Objetivos Específicos.
1.     Verificar cuánto se corresponde el imaginario de masculinidad de estudiantes de la Universidad de San Carlos con el modelo de las disposiciones dominantes: padre, pareja, proveedor, trabajador exitoso y heterosexual.
2.     Identificar las situaciones sociales que afectan la realización de las disposiciones de la masculinidad dominante.
3.     Describir los mecanismos que utiliza la masculinidad dominante para sostenerse y articularse frente a las condiciones que dificultan su realización.
Justificación
Estudiar la masculinidad está siendo objeto de un interés creciente; en menos de unos 10 años los estudios dedicados al tema se han multiplicado. Ahora bien, en las ciencias sociales propiamente dichas, la masculinidad aún es una frontera de conocimiento, pues los estudios realizados no han sido capaces de producir una teorización sociológica suficiente, que logre integrar, pero también rebasar las enormes contribuciones del enfoque de género.
Ahora bien, las tendencias de investigación de la masculinidad parecen seguir el modelo de los estudios culturales, en el sentido que se circunscriben a localidades, grupos o países y en el mejor de los casos a regiones. En la mayoría de los casos se aborda la temática desde un enfoque que prioriza el análisis de los individuos, de las representaciones, actitudes, percepciones, estereotipos, prejuicios o discursos que configuran el universo simbólico de la masculinidad. Generalmente se le presta poca o ninguna importancia a los contextos o estructuras históricas (contextos sociales) particulares a las que están unidos los individuos estudiados, dejando de lado el análisis sociológico propiamente dicho. De esa cuenta pareciera que la masculinidad solo puede ser investigada en una comunidad concreta y alrededor de un solo rol: “paternidad en una comunidad X”, por ejemplo; fuera de estas  escenas sociales el debate aún o se ha dado. En todo caso, investigar la masculinidad como una estructura de disposiciones que se integran de manera compleja para producir marcos amplios de relaciones sociales, es aún una tarea pendiente, sobre todo en países como Guatemala.
Tomando como base las carencias en la temática en el país, pero sobre todo las tendencias en que se investiga, en este estudio se propone abordar la masculinidad desde un enfoque estructural; partir del análisis contextual de las disposiciones del modelo dominante de ser hombre, para luego contrastar esas condiciones con las construcciones sociales que los hombres hacen sobre su masculinidad; identificar las correspondencias y efectos del modelo regulador.
Viabilidad y factibilidad de la investigación
El enfoque estructural que sigue el estudio permite centrar la investigación en datos cuantitativos como cualitativos. Para contextualizar la masculinidad se pretende acceder a bases de datos e informes ya elaborados que den cuenta de la situación estadística de las disposiciones dominantes: padre, esposo, proveedor, trabajador y heterosexual; afortunadamente existen datos que pueden ser recolectados con un esfuerzo mediano en censos y encuestas de hogares. La dificultad mayor quizás se presente cuando se verifique la correspondencia de ese contexto con las actitudes de los hombres, respecto a la posibilidad de realizar las disposiciones dominantes; sin embargo, este un problema que puede resolverse metodológicamente, pues en las ciencias sociales ha avanzado bastante en el análisis de actitudes, por medios estadísticamente válidos, tal es el caso de la técnica que se adopta en este estudio para dichos fines.
Ahora bien, es obvio que no basta una contextualización y análisis actitudinal cuantitativo, hace falta profundizar en datos de carácter cualitativo que permitan descifrar e interpretar críticamente el sentido social, relacional e individual, que adopta la masculinidad; ello proporcionará una riqueza enorme en términos de entender cómo se vive la masculinidad: más allá de los imaginarios con los cuales se discursa, como se actúa en la cotidianidad. Esta es la razón por la cual se eligen técnicas cualitativas para ampliar los hallazgos cuantitativos del esfuerzo inicial.
Es así como se pretender resolver las dificultades económicas, humanas y temporales que representa una investigación como esta; haciendo una selección metodológica adecuada, que se apoye en las técnicas e información existente y amplíe el análisis a partir de apoyarse en medios y procedimientos científicamente válidos y confiables. Por otro lado, se delimita en tiempo y espacio la selección de una población accesible y representativa para los efectos demostrativos de este estudio: la población de estudiantes universitarios hombres, que como se ha dicho anteriormente reúnen una serie de condiciones idóneas para los objetivos investigados.
En lo relativo a los aspectos éticos, se obtendrá el consentimiento informado de los participantes (ver anexos) y se respetarán todos los criterios confidencialidad en el tratamiento de los datos y protección de la integridad durante la entrevista.
Marco teórico
La masculinidad como categoría sociológica
En el istmo centroamericano las investigaciones sobre masculinidad son recientes y escasas; se conoce el trabajo coordinado por Manuel Ortega Hegg y compañía: “Masculinidad y factores asociados a comportamiento de los hombres: estudio en cuatro países de Centroamérica” (2005); que si bien no incluye a Guatemala, sus hallazgos bien podrían servir para entender ciertos rasgos de la masculinidad en ese país, pues hace una recolección muy rica de percepciones sobre diversos aspectos de la masculinidad, en base a 4790 encuestas y unos 40 grupos focales. De este estudio se desprende el trabajo de Roy Rivera Araya y Yajaira Ceciliano: “Cultura, masculinidad y paternidad: las representaciones de los hombres en Costa Rica” (2004). Ambas investigaciones se constituyen en fuentes secundarias invaluables para hacer un acercamiento panorámico a la masculinidad, y en conjunto con dos estudios de Enrique Gomáriz Moraga: “Introducción a los estudios sobre masculinidad” (1997), y “Paternidad irresponsable en Centroamérica. Un estudio comparado sobre Costa Rica, El Salvador y Nicaragua” (2002), así como sus referencias bibliográficas, pueden ser el punto de partida para descifrar contextualmente los matices que la masculinidad regional presenta.
Fuera de Centroamérica, la producción teórica sobre el tema es abundante, pero sobre todo se concentra en América del Norte (México y Estados Unidos) y se desarrolla, cada vez con más impulso, en América de Sur (Chile, Brasil y Argentina). Los estudios estadounidenses y europeos, en ese orden, han tenido un gran desarrollo y aún se constituyen en punta de lanza en la temática; sin embargo los estudios que se realizan en México y Chile, principalmente, han destacado por el esfuerzo sistemático que ha reunido a centros especializados desde finales de los años ochenta.
A pesar de la producción teórica sobre el tema, debe reconocerse que los principales aportes que sobre masculinidad se han hecho, han venido del movimiento feminista y diversas Organizaciones No Gubernamentales, que empeñadas en producir relaciones equitativas entre hombres y mujeres han difundido ampliamente el enfoque de género entre diversos sectores de la población; es posible que esta tendencia este haciendo de la masculinidad un tema vivencial, sobre el cual no se ha teorizado suficiente y cuando se hace, no se puede evitar la carga política o ideológica, lo cual está bien, pero reduce las posibilidades de hacerla avanzar como una categoría sociológica. En este campo las definiciones que sobre masculinidad prevalecen son características. De estas fuentes se deduce que la masculinidad corresponde a la diferenciación del par genérico hombre-mujer, que dicho sea de paso, se construye para identificar la desigualdad prevaleciente en las relaciones entre hombres y mujeres. Así comprendida la masculinidad es: un aprendizaje cultural, es un conjunto de prácticas culturales e históricas, características y estereotipadas que se atribuyen al hombre, una construcción de poder, etc. Sin embargo, para efectos de este estudio se prefiere una definición que permita investigar la masculinidad con enfoque sociológico, remitida a su contenido relacional; es decir, como un hecho sociológico que refleja posiciones, intereses y necesidades sociales; como un esquema o estructura que integra de manera compleja elementos que no tienen un significado independiente, fuera del conjunto.
En el campo de la sociología destacan las teorizaciones de David Gilmore, Guillermo Nuñez, José Olavarría, Judith Butler, Matthew Gutmann, Michel Foucault, Michael Kimmel, Pierre Bourdieu, Victor Seidler y muchos y muchas más que han trabajado sobre la temática. Sin embargo y provisionalmente, se observa que no hay un acuerdo explícito dentro de las ciencias sociales sobre la definición de la masculinidad, por lo tanto, cualquier esfuerzo que se haga por proponer una definición apropiada, está condenado a fallar o por lo menos a ser limitado. En este marco de ideas es que Nelson Minello propone que la masculinidad en sí misma es una categoría aún en construcción y que no se conocen bien las variables e indicadores que la componen (2002, pág. 21); a lo que Rafael Montesinos reacciona proponiendo que en ciencias sociales debe partirse de los conocimientos sociológicos y antropológicos acumulados para estudiar la masculinidad, sin esperar la construcción de definiciones que soporten los cambios culturales; “Se trataría de dos cuestiones: una, considerar que las ciencias sociales están lo suficientemente avanzadas como para estudiar sistemáticamente las cuestiones relacionadas con identidad, de tal manera que no se parte de una dependencia de los estudios de género. La segunda, que es de vital utilidad considerar una definición general de identidad y por lo tanto flexible” (2005, pág. 27).
Por su parte Bourdieu, coherente con sus categorías conceptuales, describe a la masculinidad como una forma de dominación estructurada, que parte de trasladar un orden sexual interiorizado, al orden social, naturalizando así posiciones de dominación y sometimiento; “La preeminencia universalmente reconocida a los hombres se afirma en la objetividad de las estructuras sociales y de las actividades productivas y reproductivas, y se basa en una división social de trabajo de producción y de reproducción biológica y social que confiere al hombre  la mejor parte, así como los esquemas inmanentes a todos los hábitos” (2000, pág. 49).
Ahora bien, dichas estructuras no están cristalizadas, ni son estáticas, en realidad se movilizan continuamente hacia nuevas formas de ajuste con el medio; ajustes que tienen como finalidad preservar los núcleos sobre los cuales descansa la estructura de dominación, pero que periféricamente exhibe cambios discursivos o de representación que logran los acomodos continuos para que la estructura nuclear perviva. Es probable que de eso dé cuenta Guillermo Nuñez cuando se refiere a la masculinidad como dinámica, como una identidad performance, inacabada y ansiosa (2007, pág. 167).
Judith Butler siguiendo a Michel Foucault discute la masculinidad como una interiorización de las relaciones de poder, centrada en el cuerpo, misma que se constituye y toma como eje central la sexualidad (Butler, 1991). En el caso de Victor Seidler hace un aporte significativo a la comprensión de masculinidad, pues la coloca en el centro de la modernidad al proponerla como un producto de la racionalidad, como el esfuerzo de los seres humanos por producir formas de ser que se alejen de la naturaleza; en este sentido la masculinidad se vuelve una representación que paulatinamente va cobrando fuerza e independencia para superponerse en la relaciones sociales (Seidler, 2004).
A pesar de la complejidad que representa estudiar la masculinidad y a riesgo de no atenerse a una definición operativa que sea contrastable con datos empíricos inequívocos, en esta propuesta se parte de entender la masculinidad, no como una forma de identidad, como lo propone Montesinos (Ibíd.), sino  más bien como una forma de carácter social, es decir: un conjunto de disposiciones biológicas y culturales que rigen a cada individuo en sus relaciones sociales.  En primer lugar, cuando se habla de individuo no se está haciendo alusión a la persona en sí misma, en su definición de individuo psicológico, único; el concepto individuo condensa lo social, es la síntesis de lo social realizada en un ser: “el individuo”; en este sentido el individuo es un concepto sociológico, pues es el producto final de sus condiciones y determinaciones sociales.
Este individuo, que para el caso de la masculinidad es un hombre, solo se integra a la sociedad en la medida que asume las disposiciones sociales que definen su rol funcional. En primer lugar, las disposiciones implican posiciones, posturas, y la postura pasa por el dato biológico y llega hasta lo cognoscitivo y afectivo de ser hombre. Pero también abarcan aquellos mandatos, socialmente construidos que definen el ser hombre en las relaciones sociales, que se concretizan en una serie de acciones sociales o roles que se identificaron posteriormente. A pesar de la diversidad y complejidad de las posiciones, estas no actúan de manera aislada dentro de la masculinidad, de hecho se articulan como una estructura que permite a los hombres ser en la sociedad; es probable que a esta estructura comportamental se refiera el feminismo cuando habla de “mandato masculino”, aunque en algunos casos solo se haga referencia a sus componentes sexuales.
Si bien la masculinidad es entendida como estructura, no se propone que funcione como un sistema coherente e integrado; más bien se prefigura como maleable y versátil. No obstante, responde a derroteros, patrones o procesos que intervienen tanto a nivel macro como micro. En este sentido, las disposiciones que componen la estructura comportamental de la masculinidad pueden o no ser permanentes e inmutables, según sean datos biológicos o sociales; cuando se trata de datos biológicos como el sexo, son fijos, pero cuando se trata de datos sociales como se padre, son regularidades que se ajustan continuamente al medio.
La masculinidad, como estructura, es el resultado de la subjetivación (interiorización) de las condiciones sociales. La masculinidad se realiza en cada individuo, pero proviene de la sociedad y más concretamente de las condiciones sociales, económicas, políticas, culturales, etc., del individuo. Así es que se puede imaginar un sistema sociopolítico  autopoiético, que tiene como meta definir a sus integrantes para permanecer en el tiempo, tal y como Reich lo propone: “si un sistema social no logra configurar de tal manera el carácter de sus miembros que les haga desear comportarse de acuerdo con aquello que resulta necesario para la supervivencia de las estructuras existentes, el sistema social no pervivirá” (citado por Martín Baró I. , 1972). De esa cuenta, se entiende que la masculinidad refleja el orden social, pero no en un sentido estéril, sino con una intención funcional; es decir, las funciones de ser hombre se cumplen porque reproducen una forma de organización social.
La masculinidad entonces, es una forma de dominación simbólica que existe de manera subjetiva en la trama cultural de una sociedad, tal y como Bourdieu la propone en su texto “La dominación masculina”; es dominación porque se origina en las estructuras inconscientes antes descritas y es simbólica porque para cumplir con sus fines se construye a partir de simbolizaciones que van de lo bilógico a lo social y viceversa, y se concreta en arreglos simbólicos, discursivos (2000). Por lo tanto para desentrañar la masculinidad, no basta con analizar sus arreglos discursivos, hay que remitirse a sus estructuras, a sus disposiciones fundamentales.
Las disposiciones de la masculinidad dominante
Cuando Enrique Gomáriz (1997) repasa en los factores o núcleos asociados a la construcción de la masculinidad, identifica dos grandes categorías: los tradicionales y los modernos. Dentro de los tradicionales ubica las funciones que por costumbre se le atribuyen al hombre: identidad principal, jefatura y proveeduría. En el caso de los modernos identifica: la actividad ocupacional (trabajo y estudio), la relación intergenérica como diferenciación entre géneros y la identidad social de referencia en el ámbito cultural. Más adelante, el autor identifica las situaciones o condiciones que a su juicio fragilizan la masculinidad y a pesar de que él las organiza en tres grupos, todas parecen apuntar a las funciones principales de proveedor, jefe de hogar y actividad ocupacional; el siguiente cuadro contiene los grupos identificados por el autor.
Fragilizantes de la masculinidad, según Enrique Gomáriz Moraga
Intrapersonales
Inter genéricos y familiares
Grupales y sociales
Grave dificultad para adquirir o desempeñar la capacidad de ejercer la principal actividad identitaria: en hombres jóvenes.
No se alcanza un éxito muy esperado o la carrera se ve interrumpida en el ejercicio de la actividad identitaria principal: hombres adultos.
Se alcanza el esforzado éxito y detrás aparece el vacio: síndrome creciente de hombres maduros que han realizado una carrera que poco tenía que ver con su self profundo.
Los cambios en la identidad de género de las mujeres: cuestionamiento a la dominación masculina.
Los cambios sucedidos en la pareja conyugal dentro de la familia: función proveedora creciente de las mujeres, cambios normativos y de reparto de poder en las relaciones conyugales.
Cuestionamiento de los distintos  actores familiares de la jefatura masculina:  cuestionamiento de los hijos

Destrucción de la principal actividad identitaria: desaparición de profesiones, derrotas en contiendas competitivas (guerra).
Crisis económica generalizada: grave dificultad para ejercer función proveedora
Crisis civilizatoria: crisis de pérdida de valores, pérdida de sentido colectivo (backlash).
Crisis importantes en el sistema patriarcal: fragilización del  sistema patriarcal.
   Fuente: (Gomáriz Moraga, 1997)
Si se cruzan las funciones principales y fragilizantes resulta obvio deducir que la masculinidad en su conjunto está fuertemente centrada en la familia, pues está institución es la fuente principal del ejercicio identitario de ser hombre, o por lo menos a su alrededor giran la funciones principales. De ahí que en este trabajo se deslinden cuatro disposiciones sociales principales que definen la masculinidad: padre, esposo, proveedor y realización profesional; de las cuales las primeras dos correspondan a las relaciones en el seno de la familia y las segundas a las extensión de esta posición social a las relaciones con el grupo sociocultural de referencia, y más específicamente a las relaciones sociales con otros hombres en el trabajo.
No se debería perder de vista que estas posiciones o funciones se cruzan unas con otras, como por ejemplo ser padre y pareja, o ser proveedor y la realización profesional, pero debe tomarse en cuenta que cada una condensa una aspiración específica, por lo cual describe una forma de relación particular: del padre con los hijos, del esposo con su pareja, del proveedor con la familia, y del trabajador exitoso frente a otros hombre. Lo que es común en todos los casos es un otro u otra para la relación social y una aspiración de poder diferenciado.
Ahora bien, agotar la identificación de las posiciones principales de la masculinidad en la esfera familiar-social deja fuera una posición que si bien se diluye en las anteriores, tiene una importancia en sí misma: la sexualidad. En su texto “La historia de la sexualidad” (Tomo II: “El uso de los placeres”), Michel Foucault ubica a la sexualidad en tres campos principales: a) como saber, b) como reglas y conductas morales, y c) como la significación individual de la vivencia del cuerpo (2003, pág. 7). En el caso de la sexualidad como saber destaca su desarrollo en disciplinas como la Medicina y la Psiquiatría y los saberes que estas aportan para el estudio de la reproducción humana; mientras que el segundo caso ubica la moral y el desarrollo cultural, que en muchos casos podría encontrarse cifrado en la religiosidad de los pueblos, aunque puede extenderse a las regulaciones formales, poder punitivo y prácticas disciplinarias de las relaciones sociales; en el tercer caso describe los modos en que los sujetos se reconocen a sí mismos, es decir como subjetivan su cuerpo y el placer. Es obvio que estudiar la sexualidad en todos los campos que este autor identifica es muy amplio y desbordaría los propósitos de este estudio; en todo caso, para este trabajo interesa sobre manera discutir la sexualidad en el tercer campo, y para este efecto las ideas de Bourdieu resultan importantes.
De acuerdo a Bourdieu, la sexualidad comienza por ser una disposición fija, centrada en el sexo, es decir en la superioridad física naturalizada del hombre, que luego se extiende a las formaciones sociales y viceversa; según él esto funciona como una socialización de lo biológico y una biologización de lo social, en la cual se “legitima una relación de dominación inscribiéndola en la naturaleza biológica, que es en sí misma una construcción social naturalizada” (Bourdieu, 2000, pág. 31). Así es que se llega a identificar la heterosexualidad, como una nueva disposición que aún domina en los hombres la relación con el cuerpo masculino y la relación de este con otros cuerpos; es un mandato que le pone límites rígidos al placer del cuerpo masculino y se vuelve rectora de las relaciones con las mujeres, así como también dirige las relaciones con otros hombres.
Si bien las relaciones de padre, pareja, proveedor y realización profesional se establecían alrededor de la familia y vinculaban directamente a las mujeres; en el caso de la heterosexualidad se integra de manera indirecta a otros hombres; en efecto, la “atracción sexual” por el sexo “hetero” es la marca distintiva de ser hombre dentro de la masculinidad dominante, pero ésta es una camisa de fuerza, obligada para cualquiera que sexualmente sea hombre dominante, de ahí las reacciones violentas que se producen ante elecciones como la “homosexualidad”, por ejemplo; en ese sentido, el mandato para los hombres no es solo cumplir con la heterosexualidad, sino vigilar que se cumpla en todos los casos.  Aunque de manera ingenua se adviertan que el mandato de la heterosexualidad está directamente vinculado con la reproducción, está también claro que no se agota ahí y que se extiende a las relaciones de placer, moral o socialmente permitidas; en ese sentido marca los límites que el placer masculino puede y debe permitirse en el espacio físico de su cuerpo, esto último considerando la situación de privilegio que en las relaciones sociales significa ser hombre.
En el siguiente cuadro se sintetizarán operativamente cada una de las disposiciones dominantes, así como las variables a partir de las cuales se les indagará. Está claro que las definiciones son limitadas, así como el número de variables elegidas; sin embargo en un ejercicio de investigación hay que hacer recortes para avanzar paulatinamente en el tema.
Operativización conceptual de las disposiciones dominantes
Disposiciones de la masculinidad dominante
Variables
1.      Paternidad: relación biológica y/o socio jurídica de derechos y obligaciones que se establece un padre con sus hijos e hijas con el fin proyectarse y  continuarse en ellos o ellas
1.1  Número de hijos: en la cantidad de hijos e hijas se demuestra la capacidad procreadora de ser padre
1.2  Cuidado de los hijos: conjunto de obligaciones que el padre reconoce y asume en la educación de los hijos e hijas; marca la distancia o cercanía afectiva que se concede el hombre en la paternidad.
1.3 Crianza de los hijos: conjunto de obligaciones materiales que el padre reconoce y asume para el sustento biológico de los hijas e hijas.  
1.4  Significados de la paternidad: ideas y percepciones que el hombre maneja alrededor de la paternidad
2.      Relación de pareja: necesidad afectiva y sexual del hombre por relacionarse de manera permanente y exclusiva con otra persona.
El Estado civil es la condición social y jurídica que se le reconoce a las diferentes formas de relación de pareja; para efectos de este estudio se destaca: la unión libre, casado (matrimonio) y divorciado (divorcio).
2.1 La unión libre que corresponde a aquella relación de pareja que no se regula por las disposiciones legales o morales de la sociedad, aunque estas la reconozcan, si no por la simple voluntad de sus participantes.
2.1  Matrimonio: es la relación de pareja legitimada por ritos, tradiciones y formalidades dentro del orden social
2.2  Divorcio: disolver o separar, por sentencia, el matrimonio, con cese efectivo de la convivencia conyugal (RAE, 2001).
2.3  Violencia doméstica: todas las formas de abuso originadas en la relación de pareja, principalmente en el matrimonio
3.     Proveedor: responsabilidad de abastecer los recursos necesarios para la subsistencia del hogar y la familia, que generalmente conlleva la aspiración de proteger y ser jefe de hogar.
Por no contar con índices específicos, se medirá a partir de una serie de variables contextuales que facilitan o limitan su realización
3.1 Jefatura del hogar: cargo o posición superior que se le reconoce a la persona que manda y toma las decisiones en el hogar y la familia.
3.2 Ingreso laboral según sexo: suma de ingresos monetarizados correspondientes a un esfuerzo laboral, diferenciado según hombres y mujeres.
3.3 PEA según sexo: población económicamente activa diferenciado según hombres y mujeres.
3.4 Empleo informal según sexo: excedente laboral de naturaleza estructural que sobrevive en empleo auto configurado (Pérez Sáinz & Salas, 2004, pág. 40), diferenciado según hombres y mujeres.
3.5 Brecha de género: participación relativa de los hombres y mujeres en el acceso a fuentes de empleo y sus retribuciones laborales.
3.6 Posición en el índice de potenciación de género: desigualdad de género en tres dimensiones básicas de potenciación: participación económica y poder de decisión, participación política y poder de decisión y control sobre los recursos económicos (PEN, 2009).
4.     Realización laboral: contar con un trabajo satisfactoria de acuerdo a la experiencia y formación recibida: a) que brinde los satisfactores necesarios para la garantizar la subsistencia familiar o personal; y b) que sirva para demostrar la capacidades personales
4.1 Escolaridad: años de asistencia a una escuela o centro de enseñanza.
Se presume que la escolaridad está directamente vinculada a la posibilidad de colocarse laboralmente.
4.2 Percepción sobre poder, éxito y logro: ideas y acciones  asociadas con tener poder, ser exitoso y la obtención de resultados.
4.3 Violación a los derechos laborales: abusos u omisiones de la parte patronal en lo referente a derechos y garantías de los trabajadores.
5.     Heterosexualidad: atracción sexual y deseo amoroso que se experimenta por personas de distinto sexo.
Aunque la realización de la heterosexualidad para por múltiples variables, se esfuerza moralmente en la realización de las sugeridas en la siguiente columna.
5.1 Fidelidad: estricto respeto a las prohibiciones y responsabilidades en los actos relacionados con la relación de pareja (Foucault, La historia de la sexualidad (Tomo II), 2003, pág. 27)
5.2 Promiscuidad: práctica de relaciones sexuales con múltiples personas: a) conocidas o desconocidas y b) simultánea o sucesivamente.
5.3 Virilidad: hacer valer sobre sí mismo y los demás sus cualidades de ser hombre (Foucault, La historia de la sexualidad (Tomo II), 2003, pág. 81)
5.4 Cortejo: el la acción de seleccionar y atraer a una persona con el propósito de establecer una relación intima, erótica y/o sexual.
5.5 Placer sexual: acción de satisfacer la necesidad sexual.
5.6 Deseo sexual: es un interés o atracción sexual que se experimenta por otra persona.
5.7 Homofobia: un conjunto de creencias, prejuicios, actitudes y comportamiento discriminatorios  en relación con los homosexuales.
5.8 Violencia hacia hombres diversos: acciones homofóbicas caracterizadas por el uso de la violencia en contra de hombres que no se apegan a la heterosexualidad.

Hipótesis
Pese a los cambios en sus condiciones objetivas de realización, la masculinidad dominante se sigue asentando en las disposiciones dominantes, mediante arreglos discursivos y de representación periféricos que tienen como finalidad resguardar el núcleo estructural de variaciones que lo modifiquen sustancialmente.
Método
En la actualidad la polaridad investigación cualitativa versus investigación cuantitativa ha sido superada; de eso dan cuenta las propuestas de diversos autores en torno a que “hay dos formas de investigar, pero una misma lógica inferencial” (King, Keohane, & Verb, 2007, pág. 13).  Si bien la investigación cualitativa puede privilegiar en algunas ocasiones la inferencia descriptiva y la investigación cuantitativa la inferencia explicativa, ambas comparten una serie de reglas de investigación: a) el objetivo es la inferencia, b) los procedimientos son públicos; c) las conclusiones son inciertas; d) el contenido es el método, insiste el autor.
La posición integradora que se asume en esta investigación parte de la propuesta de Nogueira Castro, quien identifica tres paradigmas de investigación: a) Modelo estándar: que se origina en la Psicología de aplicación individual y parte de que existen estructuras universales de la personalidad que pueden ser utilizadas indistintamente para explicar la conducta individual y en consecuencia la percepción, la opinión, las creencias, la actitud, la motivación, el interés, los prejuicios, los estereotipos, las emociones; b) La aproximación sociológica: conjunto de enfoques o tradiciones teóricas que trasladan el énfasis del individuo a la realidad social, del comportamiento a las relaciones. Este modelo se sustenta en que los individuos no existen en el vacío y en todos los casos están unidos a contextos, estructuras e historias particulares. De esa cuenta, categorías como habitus, relación social, representación social, imaginarios sociales, discurso, socialización, cultura, etc., sustituirán aquellas categorías que remiten a lo individual, pues estas nuevas categorías teóricas parten de que lo que hay en el individuo es el producto, subjetivado, de la realidad social que lo determina: el individuo es una unidad socializada; y c) Modelo semiótico o socio semiótico: cuyo énfasis se centra en los significados del mundo de las relaciones sociales, por lo tanto se privilegia el intercambio simbólico entre agentes, en el cual se dispensará el lenguaje como objeto de análisis y todas sus derivaciones: semánticas, semióticas, etc. (Castro, L., & Morales, 2005). El paradigma que más se corresponde con este estudio es la aproximación sociológica, ampliado a partir de Alfonso Ortí, quien propone un enfoque cualitativo o estructural que parte de reconocer la complejidad de la realidad social y su existencia en diversos niveles. Con esta propuesta, Ortí se propone “recuperar la integralidad en el conocimiento en ciencias sociales, así como lograr la articulación de lo teórico y lo práctico en una complementariedad por deficiencia” (1999, Pág. 87).

Diseño
A partir de las fuentes citadas con anterioridad, la apuesta metodológica de este proyecto se traduce en dos campos o momentos de investigación:
a)     La descripción exploratoria, cuantitativa, de los escenarios estructurales de la masculinidad guatemalteca;
Para cumplir con este fin se pretende indagar información estadística en fuentes secundarias que den cuenta de la evolución y estado actual de los variables priorizadas  para cada disposición dominante. En específico interesaran datos de estas variables entre los años 1990 – 2008, período significativo a partir del cual se presume que estas variables son importantes.
La verificación cuanticualitativa del impacto que las variaciones del escenario contextual del país ha tenido en la definición de las posiciones dominantes de la masculinidad. Esta verificación se hará a través de tres técnicas específicas: a) un cuestionario tipo Likert aplicado a una muestra de informantes, de los cuales se seleccionarán casos paradigmáticos para aplicarles;  b) Entrevistas en profundidad, usadas para profundizar y con fines demostrativos de los datos que proporcione el cuestionario tipo Likert; y c) Grupos Focales: para validar, ampliar y profundizar en los datos recogidos. A partir de las fuentes citadas con anterioridad, la apuesta metodológica de este proyecto se traduce en dos campos o momentos de investigación:
b)     La descripción exploratoria, cuantitativa, de los escenarios estructurales de la masculinidad guatemalteca;
Para cumplir con este fin se pretende indagar información estadística en fuentes secundarias que den cuenta de la evolución y estado actual de los variables priorizadas  para cada disposición dominante. En específico, interesaran datos de estas variables entre los años 1990 – 2010, período significativo a partir del cual se presume que estas variables son importantes.
c)     La verificación cuanticualitativa del impacto que las variaciones del escenario contextual del país ha tenido en la definición de las posiciones dominantes de la masculinidad. Esta verificación se hará a través de tres técnicas específicas: a) un cuestionario tipo Likert aplicado a una muestra de informantes, de los cuales se seleccionarán casos paradigmáticos para aplicarles;  b) Entrevistas en profundidad, usadas para profundizar y con fines demostrativos de los datos que proporcione el cuestionario tipo Likert; y c) Grupos Focales: para validar, ampliar y profundizar en los datos recogidos.

Características de la muestra
Para la selección de informantes se tomaran en cuenta los siguientes criterios:
a)     Estudiantes universitarios hombres, de la Universidad de San Carlos (USAC) de Guatemala;
b)     Entre los 18 a 24 años (jóvenes) y 25 a 30 años (adulto joven);
c)     Se seleccionaran por cuotas según lo requiera la distribución de estudiantes según áreas de estudio: Carreras Técnicas, Carreras Social-Humanísticas y Carreras de Ciencias de la Salud.
Las variables independientes a partir de la cuales se hará el análisis estadístico serán:
a)     Estado civil;
b)     Paternidad: con o son hijos y número de hijos;
c)     Situación laboral: con o sin trabajo y tipo de empleo;
d)     Edad: joven (18 a 24 años) y adulto joven (25 a 30 años);
e)     Preferencia sexual: heterosexual, bisexual y homosexual;
f)      Etnia: mestizo e indígena.

Las técnicas y fuentes se distribuyen de acuerdo a la siguiente operativización:
Disposiciones de la masculinidad dominante
Variables
Fuentes
Técnicas
1.     Paternidad







2.     Relación de pareja





3.     Proveedor













4.     Realización laboral




5.     Heterosexualidad








1.1 Número de hijos
1.2 Cuidado de los hijos
1.3 Crianza de los hijos 
1.4 Significados de la paternidad

2.1 Unión libre
2.2 Matrimonio
2.3 Divorcio
2.4 Violencia doméstica

3.1 Jefatura del hogar
3.2 Ingreso laboral según sexo
3.3 PEA según sexo
3.4 Empleo informal según sexo
3.5 Brecha de género
3.6 Posición en el índice de potenciación de género

4.1 Escolaridad
4.2 Percepción sobre poder, éxito y logro
4.3 Violación a los derechos laborales







5.1 Fidelidad
5.2 Promiscuidad
5.3 Virilidad
5.4 Cortejo
5.5 Placer sexual
5.6 Deseo sexual
5.7 Homofobia
5.8 Violencia hacia  hombres diversos
Descripción exploratoria

Estadísticas agregadas: entre 1990 y 2008; en diversas fuentes (Censos, Encuestas e, Informes)

Verificación cuanticualitativa

Informantes directos:
a)   Estudiantes de la Universidad de San Carlos de Guatemala;
b)     Jóvenes (18 y 24) y adultos jóvenes (25 a 30 años);
c)     Seleccionados según carreras.
d)      
Descripción exploratoria

Análisis documental y de bases de datos: con ayuda de SPSS y ATLAS.ti

Verificación cuanticualitativa

Cuestionario: autoadministrada tipo Likert

Entrevista en profundidad: a casos paradigmáticos que accedan a profundizar después del cuestionario Likert

Grupos focales: de validación, ampliación y profundización de los datos

Análisis de la información
La información recolectada permitiría hacer lo siguientes análisis estadísticos: a) calculo de un índice de masculinidad de acuerdo a los resultados de a)cuestionario Likert; b) calculo y análisis de proporciones del índice de masculinidad de acuerdo a cada una de las variables independientes; c) calculo de Chi cuadrada, T de Student o ANOVA, según sea el caso, a partir del índice de masculinidad y las variables independientes; d) se ensayará un análisis factorial para identificar perfiles según lo permitan los datos. Está claro que este ejercicio será un punto de partida que permite identificar conexiones de análisis para la interpretación cualitativa.
Para el caso de las fuentes secundarias a partir de las cuales se construirá la descripción exploratoria, se ha contemplado examinar estadísticas agregadas de: Censos nacionales en ambos países; de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) y la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos Familiares (ENIGFAM), entre otras; opcionalmente se consultarán otros informes que tengan información relevante: Informe de Desarrollo Humano, por ejemplo.
La fase de organización e interpretación será auxiliada por dos software especializados; para el caso del ordenamiento y análisis cuantitativo se hará uso del SPSS y en el caso del ordenamiento y análisis de datos cualitativos se hará uso del ATLAS.Ti; en los casos que sea posible se harán exportaciones de uno a otro para combinar los análisis.
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1 comentario:

Pablo dijo...

Suena interesante, habrá que ver los resultados.